jueves, 5 de junio de 2008

Sueño

Estaba harto de su horario legal de trabajo. Las cosas no estaban como para quejarse pero la verdadera razón por la que Edgar estaba vinculado a ésta empresa aún no estaba muy clara, ni siquiera para él. Cinco y a veces hasta seis días a la semana tenía que protegerse contra la intemperie altamente nociva para su frágil espíritu. Vestirse con ropa gruesa, camiseta, camisa, saco y chaqueta evitaba descubrir su verdadera forma jamás antes revelada. Era un extraño perdido en esa enorme armadura que lejos de enaltecerlo, lo ponía en ridículo haciéndolo sentir miserable. La noche, en especial, elevaba la importancia de ésta experiencia que siempre desembocaba en una particular sesión de culpas y castigos internos que lo alejaban cada vez más de sí mismo. No ocupaba un puesto de gran importancia ante los demás, pero él en el fondo ya se había convencido de una enorme mentira: “su labor en la empresa era indispensable”. Fin de la historia. Con eso cualquier persona puede vivir y sobrellevar cada instante de su vida sin tener que preocuparse, al menos durante 8 horas legales de trabajo. El replantearse todo, Edgar lo dejaba para días especiales en los que adornaba la noche con música. Eran ocasiones indescriptibles, llenas de reflexión, tristeza pero sobretodo fortaleza. Terminaba cerrando los ojos en la oscuridad sumido tras la capa traslúcida de un “manto de razón” –como alguna vez lo bautizó alguien- para luego desaparecer en las blandas imágenes siempre difíciles de recordar. Eran las únicas horas que le permitían desprenderse de absolutamente todo lo que lo había convertido en esclavo de sus propios sentimientos encontrados.
Justo ahí, en el interior de su cabeza las cosas marchaban de maravilla. Todo parecía moverse a gran velocidad adquiriendo formas desconocidas en la vida práctica y material. Todo se amoldaba con extrema armonía y facilidad; inclusive él, se sentía parte de ese universo siempre dispuesto a ser investigado. Se dejaba cautivar por la infinidad de colores, olores, figuras y destellos para huir de la pesadez que soportaba al tener que cargar con ese incómodo y torpe cuerpo. Una enorme dicha lo acompañaba arrastrándolo de un extremo a otro y luego al siguiente, mimetizándolo cada vez más con su entorno…
Las palabras se hacen sosas. Tal vez jamás alcancen para acercarnos a la realidad inevitable en la que se perdió el pobre Edgar. Un hilo de Ariadna es lo que necesita para volver a vivir.

12:38pm
04-06-07