miércoles, 1 de mayo de 2013

Master Control


Y si alguna vez sintió pocas ganas de hablar con alguien y de evitar el más mínimo contacto con sus semejantes, fue hasta el día de hoy en que ratificó esta decisión con una solemnidad y una tranquilidad tal, que pudo oír el pulso de su corazón para saber que todo iba a estar bien. Le parecía obsceno que hubiera  tanta gente dedicada a demostrar, por encima de todo y de todos, que tenían la razón; le parecía completamente innecesario que unas personas anduvieran llenándose forzosamente de razones para enterrar a las otras en fosas comunes desbordantes. Pero lo más mortificante era tener que lidiar con tanto buitre disfrazado de sensible colibrí, pues nunca había tiempo para agachar la cabeza antes de que asestaran su picotazo y se llevaran su porción de carroña. Al final de cuentas, eran más los que disfrutaban vivir entre las sobras que los que intentaban estirar el cuello para ver por encima de la montaña de basura. Él era uno de esos, aunque en el silencio de las noches, justo en el punto entre el sueño profundo y la cordura consciente del día a día, se regocijaba en secreto por haber tomado alguna que otra vez parte de esa gran porción de desechos, únicamente para saborearla y sentirse parte de su propia especie. Aunque era extraño no pertenecer a ningún lugar, a ninguna casta, a ningún momento, nunca se sintió más cómodo que trabajando desde las sombras sin que nadie supiera de él. Era aún más gratificante saber que todo lo que se ejecutaba estaba siendo dirigido, en secreto y silencio, por él mismo desde el lugar en que mejor se reconocía. Desde allí, con toda la claridad y cordura, dirigía su orquesta de músicos empíricos sin que ellos siquiera reconocieran las notas que estaban ejecutando y desconocieran en su totalidad la obra de la que ya hacían parte.