miércoles, 20 de agosto de 2014

Res nata

Antes de que tuviera tiempo de respirar profundo en su sillón, ya tenía compañía y ésta se hizo presente en forma de dos ideas muy arraigadas, una a cada lado de sus enrojecidas orejas.

“La vida va a seguir pasando estés o no en ella. No te preocupes por tratar de moldearla ni de acomodarte. Simplemente anda, mira al frente enfocando bien para no distraerte en el recorrido y permite que en tu camino se cruce solo quien lo merezca. El resto, son solo momentos enmarcados en días, minutos y fracciones de tiempo que alguien ya bautizó muy a su manera. “ – Dijo la de su derecha.

“Lo que te hace único es la manera en que recorras los caminos que ante ti se presentarán, elijas el que hayas de elegir. Al final descubrirás que ningún miedo hubo de ser tan fuerte como para no ser diluido en una tenue y constante lluvia.” – Dijo la de su izquierda.

Se puso de pie y encendió su reproductor de MP3. La primera canción en su lista personal comenzó de buena manera haciendo teñir sus nervios de un azul zafiro que hacía tiempo no sentía tal vez por la falta de estímulos suficientes en su aletargado y malacostumbrado cuerpo. “Heartbreaker” comenzó a desprenderse de la aguda voz de Robert Plant que comenzó a surfear sobre las vibrantes cuerdas de Jimmy Page que se sostenía sobre el grueso sendero demarcado por el bajo de John Paul Jones y todo enmarcado por la pulcra percusión de John Bonham. La habitación se estremeció desde las tablas del piso hasta el altillo abandonado hacía generaciones y todo comenzó a adquirir ese tono de azul que ahora comenzaba a recordar. Siempre estuvo consigo, lo llevó a todas partes, lo saboreó con cada nueva experiencia y nunca se desprendió de él pese a las distracciones de las que fue víctima.


La canción termina dejando tras de sí un eco indisoluble. Todos están muertos, Bonhamn primero, luego los demás. Se sienta de nuevo en el sillón, ellas ya se han marchado, solo queda el color y la luz que empieza a diluirse con cada exhalación. Cierra los ojos por primera vez, respira por última y el azul zafiro se hace eterno. Ya no duele. Ya no hay duda. Ya no hay nada.

viernes, 8 de agosto de 2014

FEUILLES

Tan solo esperaba que su propia intransigencia fuera suficiente para deshacerse de la culpa que sentía al ver su propia sombra. Llevaba meses sin conectar una palabra con otra; era tormentoso. La música era lo único que le permitía percibir esa empatía entre sus signos vitales y el movimiento natural de la rutina a su alrededor sin que pesaran más la culpa y el dolor. Se sentía defraudado por quien no fue, por la palabra nunca dicha, por el reflejo jamás tocado. Aún traía consigo algo, tal vez mucho, de ese tiempo perdido que hacía meses había dejado de pesar para comenzar a convertirse en recuerdos nada más. Lo que antes fue, fuera lo que fuera, era ya un montón de papel arrugado en una cesta de basura y por mucho que intentara desarrugar las hojas para encontrar las palabras afines ya le era simplemente imposible. Solo hay sonidos que brotan y desaparecen con tanta frecuencia como los latidos del corazón retumbando en una caja torácica. Cada sonido son mil palabras y cada palabra son otros mil latidos que se niegan a desaparecer a pesar de nunca haber sido escritos.