martes, 29 de julio de 2008

Worl in my Eyes

Cómo no lo iban a odiar, si su mirada mostraba lo que nadie quería saber. Oscar había sido su amigo por largo tiempo y todavía no lograba entenderlo. A veces lo odiaba tanto que simplemente optaba por no hablarle. Alguna vez duró tanto sin dirigirle la palabra que alcanzó a sentirse feliz estando lejos; pero entonces todo retumbó y las cosas volvieron a reagruparse como antes. Se pensó en algún momento que todo había sido una “coincidencia”; la gente estaba más tranquila a su alrededor y lo miraban sin sospechar nada. Pero luego de varias “coincidencias”, todo empezó a cambiar en él. Su mirada se alejó y se volvió irreconocible hasta el punto de alterar su fisonomía. Sus dedos se alargaron, sus pómulos salieron, su cabeza se hinchó un poco y sus venas se brotaron. Oscar fue el primero en notar el cambio; la gente se demoró un poco más. Nada volvió a ser igual y poco a poco la esperanza en él comenzó a desaparecer. Se volvió incongruente y decía palabras extrañas que nadie entendía. Nunca se le vio llorar pero se sabía que en las mañanas y en las noches gritaba desesperado; sus ojeras lo evidenciaban. De qué se trataba todo este inusual acto? Siempre que lo tuvo enfrente se lo preguntó, pero solo recibía como respuesta angustia que lo llevaba, irremediablemente, a alejarse aún más. Incluso llegó a pensar que ese ser, su amigo, había nacido así y simplemente no conocía lo que para todos era evidente. Era un hombre perdido en donde quiera que estuviera, como si su cuerpo se lastimara con las filudas esquinas y no tuviera más remedio que desaparecer.

Antes de dejar de verlo para siempre, Oscar recibió una extraña llamada que le dijo una hora específica de la noche: 11:47 p.m; luego, desapareció. Todavía tenía tiempo pues eran apenas las 8:36 de la noche. No sabía si salir e impedir que algo sucediera antes de tiempo, o simplemente esperar que todo se desarrollara según el plan. Se fumó un cigarrillo mientras escribió algunas líneas de algo. Una canción sonaba al fondo; la conocía. Devolvió el cassette y oyó la letra. Tiempo atrás la había oído con él en alguno de esos bares a los que iba a ver cosas y no musitar palabra. En algún momento de la noche, justo cuando el alcohol empezaba a reclamarle por su silencio, su amigo siempre desaparecía. Oscar sintió desespero, pero tomó la decisión correcta.

A las 11:44 estaba en el primer piso del edificio donde vivía su amigo. Subió los 5 pisos a pie para darle más tiempo. Justo a las 11:47 de la noche, atravesó la puerta entreabierta del apartamento. Inmediatamente lo vio: su cuerpo colgaba de una lámpara apagada; solo sus ojos blancuzcos y entreabiertos brillaban en la oscuridad. Oscar suspiró aliviado y fue a sacar una cerveza de la nevera. Junto a la lata había un papel doblado en 3 con algo escrito. Destapó la cerveza, bebió el primer sorbo y sonrió con tranquilidad. Desdobló entonces el papel notando que sus dedos se habían alargado un poco. Con miedo, comenzó a leer:

“De repente, tuve una razón para vivir pero tuve miedo de sentirme comprometido con esa profunda tristeza”

Oscar cambió mucho desde ese día. Empezó a huir.


*Playground Twist – Siouxsie and the Banshees


Julio 22/2008 8:54 p.m.

miércoles, 9 de julio de 2008

Baraja

Esta tarde el exterior se ha tornado extrañamente anaranjado. Restos de ocre resaltan la palidez de los edificios erigidos frente a mí, cortándome el paso, delimitando el suelo e incrustándose en lo profundo de lo que alguna vez fueron grandes lagunas. No es necesario salir para saber lo que hay allí. Siempre ha habido lo mismo y no por eso voy a dejar de ser lo que ya sé que soy. Soy conciente de mi existencia, pero prefiero seguir montado sobre los rieles de la irrealidad. Lo real me aterra, tal vez porque acrecienta mis sentimientos de odio y repulsión hacia las demás personas. Nada es perfecto. Los sueños tampoco lo son, pero en ellos podemos construir lo que en vida nunca podremos. Podría quedarme definitivamente en ellos? Tal vez, pero entonces tendría que renunciar por completo al anaranjado exterior. Muy probablemente me llamarían loco y me aislarían aún más de las demás personas y de sus planes para el futuro. Pero, ahora recuerdo mejor: esa decisión ya le he tomado antes. Estaba aquí cuando lo pensé? Lo materialicé yo solo??? Así debió haber sido. Es mi elección. De la baraja destapada he tomado algunas cartas a mi conveniencia. Qué ha pasado con las que he descartado? Aún siguen sobre la mesa. Esto me da más oportunidades? Tal vez sí; o tal vez tan solo estén ahí para envejecer y ocupar un espacio que no podría ser si ellas no estuvieran allí.

Dic. 18. 2006

jueves, 5 de junio de 2008

Sueño

Estaba harto de su horario legal de trabajo. Las cosas no estaban como para quejarse pero la verdadera razón por la que Edgar estaba vinculado a ésta empresa aún no estaba muy clara, ni siquiera para él. Cinco y a veces hasta seis días a la semana tenía que protegerse contra la intemperie altamente nociva para su frágil espíritu. Vestirse con ropa gruesa, camiseta, camisa, saco y chaqueta evitaba descubrir su verdadera forma jamás antes revelada. Era un extraño perdido en esa enorme armadura que lejos de enaltecerlo, lo ponía en ridículo haciéndolo sentir miserable. La noche, en especial, elevaba la importancia de ésta experiencia que siempre desembocaba en una particular sesión de culpas y castigos internos que lo alejaban cada vez más de sí mismo. No ocupaba un puesto de gran importancia ante los demás, pero él en el fondo ya se había convencido de una enorme mentira: “su labor en la empresa era indispensable”. Fin de la historia. Con eso cualquier persona puede vivir y sobrellevar cada instante de su vida sin tener que preocuparse, al menos durante 8 horas legales de trabajo. El replantearse todo, Edgar lo dejaba para días especiales en los que adornaba la noche con música. Eran ocasiones indescriptibles, llenas de reflexión, tristeza pero sobretodo fortaleza. Terminaba cerrando los ojos en la oscuridad sumido tras la capa traslúcida de un “manto de razón” –como alguna vez lo bautizó alguien- para luego desaparecer en las blandas imágenes siempre difíciles de recordar. Eran las únicas horas que le permitían desprenderse de absolutamente todo lo que lo había convertido en esclavo de sus propios sentimientos encontrados.
Justo ahí, en el interior de su cabeza las cosas marchaban de maravilla. Todo parecía moverse a gran velocidad adquiriendo formas desconocidas en la vida práctica y material. Todo se amoldaba con extrema armonía y facilidad; inclusive él, se sentía parte de ese universo siempre dispuesto a ser investigado. Se dejaba cautivar por la infinidad de colores, olores, figuras y destellos para huir de la pesadez que soportaba al tener que cargar con ese incómodo y torpe cuerpo. Una enorme dicha lo acompañaba arrastrándolo de un extremo a otro y luego al siguiente, mimetizándolo cada vez más con su entorno…
Las palabras se hacen sosas. Tal vez jamás alcancen para acercarnos a la realidad inevitable en la que se perdió el pobre Edgar. Un hilo de Ariadna es lo que necesita para volver a vivir.

12:38pm
04-06-07

jueves, 24 de abril de 2008

DARÍO A DIARIO

Darío odiaba los días cuando se convertían en eso. Secuencias eternas de más y más de lo mismo. A veces había algo diferente que se dejaba percibir por instantes muy cortos. Eso mismo que sentía y lograba perpetuar cuando veía u oía algo que le gustaba mucho. Lo que le gustaba, en particular, era que cada vez se trataba de algo completamente nuevo que llegaba intacto a su cabeza, sin filtros de ningún tipo. Cuando lo contrario ocurre, el prejuicio degenera eso que simplemente ES y estanca por completo la tan perramente renombrada “fluidez”. Ideas por el estilo de ésta se pasaban por la cabeza de Darío mientras tenía que mantener la postura-correcta. La verdad es que por más que lo intentaba, cada vez era más complicado dejar de ver todo desde afuera. Claramente había ido trazando durante mucho tiempo una circunferencia a su alrededor para poder respirar y moverse con tranquilidad y confianza. Contabilizó, un día, la cantidad de personas que entraban al baño; de esa cantidad extrajo a aquellos que realmente iban a desprenderse de algo. Esa es la inmensa alegría que nos produce salir del baño: que siempre dejamos algo incómodo atrás para nunca más volverlo a ver. Como si pudiera despojarse la vida del tiempo y desechar esos momentos dolorosos que nunca desaparecen y han servido para forjar (y forzar) una personalidad que automáticamente toma una posición ante todo alrededor. Ese mismo todo que lo tritura todo y produce una larga agonía mantenida sobre la base que cruelmente cita “todo va a estar mejor”. Acá o allá, siempre sintiendo punzadas que van disminuyendo confabuladas con el tiempo. Al final, luego de una tensa calma llega la estocada final que nos dará la felicidad eterna. Pero entonces –se preguntaba Darío ahí sentado en ese lugar poco original y creíble- a dónde irían a parar todos esos fragmentos de dicha que había ido acumulando desde que lo recuerda? La respuesta la tuvo que vivir de inmediato en carne propia y solo de ésta manera logró romper el tiempo para nunca más tener que unirlo ni seguirlo.

Ahí sentado, viendo la imagen de su monitor y moviendo sobre el teclado los dedos de sus manos con nerviosismo, alcanzó a ver un reflejo que se le acercaba por la espalda. Su nuca y parte del cuello se enfriaron de inmediato haciéndolo entrar en un momento que sirvió para empezar a resquebrajar todo a su alrededor. Inmediatamente sintió el mismo aroma que parecía estar presente cada vez que las partículas de dicha eran absorbidas por sus sentidos potencializados. El piso comenzó a temblar y los ladrillos de las paredes se fueron desencajando como un Tetris 3-D, pasándole por enfrente, por detrás, por arriba y por ahí también. El olor perduró tanto en su cabeza que al fin logró unir las partículas y sentirlas todas al mismo tiempo en ese eterno instante unificador. El aire comenzó a dejarle de faltar y pudo respirar sin tener que inhalar; todo estaba ahí en ese no-lugar-no-tiempo. Las demás formas a su alrededor se habían esparcido hasta el punto de dejar de estar en el nuevo lugar que Darío había descubierto. Estaba completamente balanceado, con la mitad de un lado del que no necesitaba ver y por el otro la eternidad.

Tuvo mucha suerte cuando Ella puso su mano sobre su hombro. Logró halarlo del drástico final que le esperaba si hubiera chocado. El hombre giró la cabeza sorprendido y entonces la vio. Ella le apuntaba con un pequeño revolver color plata de una sola bala.

-Usted me debe más que esto- le dijo Ella dejando entrever una hermosa y nada maliciosa sonrisa

El disparo retumbó en el lugar volviendo a hacer percibir por un corto instante lo que ya se había dejado atrás hacía poco. Tuvo suerte Darío de estar muerto antes que la bala entrara a su cabeza para recrearlo todo de nuevo.