domingo, 12 de febrero de 2012

The Beauty and the Grace

Cuántas miradas intrusas atravesando los cristales, apuntándole fijamente al centro de su cara, donde nada puede ocultar, donde todo resulta un cruel reflejo del paso de los días sobre su ser. No puede evadirlas, intenta hacerlo buscando objetivos al alcance de sus flacas manos, pero siempre llegan hasta él, punzantes y electrificantes. El día había pasado relativamente rápido, en compañía el tiempo siempre parecía más amable y mucho menos pesado que de costumbre. Mientras todas esas personas regresaban a casa, con el claro objetivo de descansar y estar con sus seres queridos, así fuera para rechazarlos tajantemente, Edgar solo esperaba el momento en que toda esta secuencia de acciones repetidas dejara por fin de estorbarle para darle paso a algo mucho más ameno. Siempre creyó en que iba a llegar ese momento, más temprano que tarde, y lo esperaba con ansias desde aquel día en que descubrió su propia naturaleza y para su propio asombro, no tuvo miedo. Las llantas del bus chillaron contra el pavimento y en seguida su cuerpo se desprendió del suelo y voló pasando escuálidamente por entre varias personas cuyos esqueletos se desencajaban y quebraban unos contra los otros. Fue verdaderamente hermoso poder respirar un nuevo aire adornado por las pequeñas partículas de vidrios que parecían flotar como estrellas en el firmamento, mientras la música de su reproductor mp3 seguía andando imperturbable. “The Beauty and the Grace” de Covenant jamás había retumbado tan profundamente en su interior como lo hacía en este momento. Durante 3 décadas se empeñó en buscar algo que lo sacara de esa vida que él mismo había despreciado desde el comienzo, desde que empezó a aburrirse prematuramente; ahora, flotaba y sentía que su cuerpo ya no le pertenecía. Ninguna de sus dolencias físicas ni espirituales parecía aturdirlo ya más. Solo estaba su alma escabulléndose entre todas esas personas que se aferraban a las mismas pequeñeces a las que él había renunciado ya hacía bastante tiempo. Por su memoria pasaron miles de recuerdos pero ninguno de ellos logró crear en sí algún reflejo por leve que pudiera ser. Lo último que vio fue el brillo, el mismo que había encontrado en tan pocas canciones, en tan pocos libros, en tan pocos momentos, y que por tanto tiempo se había empeñado en buscar en tantos seres. Solo en ella encontró ese brillo que nunca cesó, el mismo que ahora lo llevaba de vuelta a donde pertenecía, para poder inmortalizar la única imagen a la que nunca pudo renunciar, de la que no pudo desprenderse y a la que ahora arrastraba hasta el infinito para jamás dejarla ir.

viernes, 3 de febrero de 2012

T. Gautier

"Cuán imprudente es aquel que no llega a un pacto con sus ojos... ¡Qué ojos! Con un destello decidían el destino de un hombre; tenían una vida, una transparencia, un ardor, una humedad brillante que jamás había visto en ojos humanos; lanzaban rayos como flechas dirigidas a mi corazón. No sé si la llama que los iluminaba venía del cielo o del infierno, pero ciertamente venía de uno o de otro. Esta mujer era un ángel o un demonio, quizá las dos cosas, no había nacido del costado de Eva, la madre común."