miércoles, 31 de julio de 2019

Me in you

Se fue a la montaña por la que hacía mucho tiempo se había escurrido siguiendo la sombra de una nube. Recogió los pedazos que fue encontrando y poco a poco, paso tras paso, fue pegando lo que iba recogiendo mientras buscaba darle alguna forma, la que fuera, a eso que una noche había decidido bautizar con nombre propio. Por puro oído -y muy poca malicia- había ido descubriendo el camino que debía abrir entre la maleza y las rocas rojizas que adornaban el suelo erosionado. Sintió como si estuviera ascendiendo desde el fondo del océano hasta la orilla de alguna isla remota rodeada de nada más que agua, piedras y mucha espuma burbujeante. El silbar del viento comenzó a oírse cada vez más cerca a medida que la cima comenzaba a asomarse entre las últimas nubes que se negaban a retirarse como si escondieran el más precioso de todos los tesoros terrenales. Para ese entonces, había ya recuperado su forma original y el vacío contenido entre sus costillas por tanto tiempo estaba por fin contenido en esta peculiar burbuja que rebotaba de lado a lado haciendo vibrar sus propios cimientos. Una última ráfaga de viento sopló sobre la montaña barriendo toda huella y el último rayo de Sol lo cegó por completo dejándolo a merced del que sería su último sueño.

lunes, 8 de julio de 2019

Road to the roots

El final no llegó con una explosión nuclear lanzada desde algún país gobernado por un dictador de barba o bigote -o ambas-; tampoco surgió de ningún error humano dictado por su propia avaricia y egoísmo; muchísimo menos llegó desde otro planeta u órbita, después de todo habría sido una pérdida de tiempo la de esos seres inteligentes venir desde tan lejos a tan poco. Llegó, eso sí, estrepitosamente y de la forma más ridícula y absurda. Pero así son las cosas cuando carecen de lógica más no de sentido: se acumulan las razones y al final lo único que queda es una mezcolanza de recuerdos que poco peso tienen frente a una decisión ya tomada y que lo vale todo. El fin llegó y con él un nuevo comienzo, era tiempo ya de partir hacia donde señaló alguna vez su mirada en el momento justo en que abrió los ojos por primera vez y no tuvo más opción que la de deslizarse por donde nadie más cabía. El camino volvía a estar bajo sus pies.