lunes, 8 de julio de 2019

Road to the roots

El final no llegó con una explosión nuclear lanzada desde algún país gobernado por un dictador de barba o bigote -o ambas-; tampoco surgió de ningún error humano dictado por su propia avaricia y egoísmo; muchísimo menos llegó desde otro planeta u órbita, después de todo habría sido una pérdida de tiempo la de esos seres inteligentes venir desde tan lejos a tan poco. Llegó, eso sí, estrepitosamente y de la forma más ridícula y absurda. Pero así son las cosas cuando carecen de lógica más no de sentido: se acumulan las razones y al final lo único que queda es una mezcolanza de recuerdos que poco peso tienen frente a una decisión ya tomada y que lo vale todo. El fin llegó y con él un nuevo comienzo, era tiempo ya de partir hacia donde señaló alguna vez su mirada en el momento justo en que abrió los ojos por primera vez y no tuvo más opción que la de deslizarse por donde nadie más cabía. El camino volvía a estar bajo sus pies.

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