martes, 19 de noviembre de 2013

An End Has a Start

Siempre al acecho, levanta la persiana, da una ojeada del otro lado, nada. Toma un cigarro, pone el “Push the sky away”  de Nick Cave, enciende el cigarro, levanta la persiana, da una ojeada del otro lado, nada. Reconfirma la hora en su reloj de pulso, lo sincroniza con su reloj de pared, tan solo 7 segundos de adelanto y todo vuelve a la normalidad. Tararea el coro de “Wide lovely eyes”, exhala una bocanada de humo y antes de sentarse en el sillón, levanta la persiana, da una última ojeada del otro lado….. nada. No ha pasado ni una hora desde que ella se marchó sin decir tan solo “adiós”, “ya regreso”, “me largo”. Con un cigarro bastará, uno nada más y entonces ya no tendrá que esperar más.

Los pasos presurosos por la vieja escalera de madera lo despiertan. Mierda! Se ha quemado su bata con la ceniza del cigarro extinto. Se abalanza sobre la puerta y antes de que esta se abra desde afuera la asegura con la cadena y da dos vueltas a la llave. Esta vez no entrará, no esta vez, mucho menos ahora que definitivamente es la última vez. Ya ha sentido este ímpetu antes, muchas veces, esta vez espera que no desaparezca con la primera duda, con la primera idea. Debe poner su mente en blanco, arranca la nota pegada sobre la pantalla de su computador: “No Pienses” y la pega sobre la puerta hermetizada. Desde afuera vienen golpes, arañazos, insultos y mucha saliva.

Nick Cave ha estado cantando por horas ininterrumpidamente y quién sabe cuántas veces ha cantado ya esta canción. Es “Jubilee street”. La ventana entreabierta deja que esa única voz salga del departamento para escabullirse entre las calles mojadas y vuelva a subir por las escaleras para empujar la puerta con más fuerza. ¿Qué hacer? ¿Qué carajos hacer? Debe pensar, es lo único que lo puede salvar de su trágico destino. Desprende la nota de la puerta y la tira lejos, gira la llave dos veces en sentido contrario y retira la cadena. Dos, tres, cuatro y cinco disparos cruzan el marco de la puerta y por entre ellos el final de la canción que se escurre hasta desaparecer. “Mermaids” comienza con una frase, la primera y última de todas, una idea, un epitafio, un sueño: “She was a catch, we were a match, i was the match, that would fire up her snatch…”

... silencio…


martes, 5 de noviembre de 2013

05/11/2013

El desayuno de la mañana: la primera imagen suculenta del día, después de las largas piernas de su soñolienta mujer estiradas sobre la cama. Huevos revueltos con cebolla, tomate y maíz tierno; un pan de queso (caliente); una taza de café con un poquito de leche y un poco de mermelada de mora. No necesitaba más para medio sonreír antes de que lo atacaran los pensamientos y recuerdos horribles que solo le producían escalofrío. Masticó los huevos cremosos y bebió un sorbo de café. Algo estaba mal. No lo supo inmediatamente y mientras su cerebro identificaba el error, miró de reojo a su alrededor. Siempre había esperado a que de atrás de alguna pared saliera un equipo de producción con camarógrafo, sonidista, script y realizador para decirle “tranquilo, tranquilo, es una joda para Videomatch!”, a lo que él respondería con una buena puñetera seguida de un inconsolable llanto y una serie de preguntas que lograran despejar todas las dudas que siempre había tenido, todas sin excepción. Hubiera sido más sencillo si uno de esos escritores solitarios y con su vida hecha un caos hubiera sido quien escribiera esa escena que estaba viviendo, aún en calzoncillos y con lagañas esparcidas por sus párpados. Pero no. No había realidad más cruda e insípida que la que estaba viviendo en ese preciso instante, pues lo extraño de todo el asunto era que lo putos huevos no le sabían a nada y, en cuanto al café, le sabía a yogur de melocotón. Su respiración comenzó a agitarse y su pie derecho empezó a repetir el mismo movimiento insistentemente de arriba hacia abajo a 782 Km/h. Miró el reloj de pared colgado en la sala. Marcaba las 8:82 de la mañana. Estaba temprano, si no fuera porque los 60 minutos regulares se habían extendido sobrepasándose hasta 82. Mierda, mierda, ¿qué carajos hacer? Arrancó un pedazo de pan de queso y le esparció mermelada encima. Miró un momento el trozo de harina blancuzca que parecía tener una hemorragia de mora agridulce y se lo llevó a la boca. Cerró los ojos como si invocara el poder de todos los dioses del universo en busca de la respuesta acertada para ese instante. El reloj avanzó aún un minuto más; ya eran las 8:83 am. Sus papilas gustativas se activaron secretando más saliva de la normal. Los camarones al ajillo nunca le habían sabido tan bien bajo la apariencia de un simple pan de queso untado de mermelada de mora. Engulló el bocado y permaneció en silencio unos segundos. La tetera pitó. El agua para el té de su mujer ya debía estar lista. ¿Desde cuándo le gustaba el té a su mujer? Era ella la que siempre se despertaba primero y preparaba dos tazas de café para ambos. Luego se sentaban en la cama y sintonizaban en el televisor al gordo con cara de umpa lumpa que recitaba los signos zodiacales y toda clase de consejos para tener un día lleno de paz y amor. Detestaba la presencia casi galáctica del tipejo pero tenía que admitir que alguna vez se sorprendió con sus predicciones. La tetera siguió pitando pero nadie acudía en su ayuda así que no tuvo más remedio que pararse de la mesa e ir por ella, pero antes de que la alzara del fogón, ya se había callado. Sirvió el agua en el pocillo de su mujer, el mismo que llevaba el nombre de su signo zodiacal, soltó en él una bolsa de té de frutos rojos y mezcló con dos cucharaditas de azúcar. Ya conocía la medida exacta y la delicadeza de su paladar. Caminó hasta el cuarto donde ella descansaba. Dejó el pocillo sobre la mesa de noche y levantó con mucho cuidado las cobijas para despertarla, pero cuando lo hubo hecho por completo, se encontró con que una llama rumiante descansaba en la cama. Bueno, eso sí que era raro e impensable. Su mujer siempre le había recriminado el hecho de que fuera tan distraído y olvidadizo, pero sin duda, no podía serlo tanto como para no darse cuenta de que había estado conviviendo con una llama durante los últimos 4 años. ¿Qué hacer? ¿Despertarla para interrogarla? ¿Obligarla a tomar una ducha para despercudir sus lanas? ¿O, simplemente llevarle un atado de heno para acompañar el té? No había enfrentado tantos dilemas desde aquella vez en que apostó a los caballos por primera y única vez. Tantos caballos reunidos, tantas habilidades y debilidades, tantos enanos jinetes haciéndose fieros entre sí, pero sobre todo, tan poco dinero a cambio de tanto. Tanto lo pensó que terminó perdiendo y tuvo que devolverse en un atestado bus repleto de enfermos terminales que hacían su última parada antes de regresar al hospital para siempre. La yama seguía ahí, profunda, con los ojos en estado REM y un leve tic en su mandíbula. Tal vez soñaba con un suculento desayuno en casa de algún magnate, o con un partido de fútbol en las praderas andinas del Perú. Tal vez ni soñaba y el único que todavía lo hacía era él. Bebió el té de frutos rojos azucarado, se arropó junto a su llama y la besó con ternura en la oreja. Era tiempo de arruncharse ya y dejar a un lado tanta reflexión. Sintonizó el canal de astrología y lo único que oyó fue: "Prepárate porque me sale el arcano del extraño y la carta de la inocencia..."

lunes, 14 de octubre de 2013

CN-

Esperar tanto habiendo perdido tan poco, ese fue el verdadero problema de todo esto. Nunca pudo darse cuenta, no hasta esa noche helada en la que pudo por fin reconocerse frente al espejo; flaco, ojeroso, abandonado y lesionado hasta el puto último hueso se dio cuenta de que ya no era el mismo de antes. Finalmente y tras mucho esfuerzo, que hasta ese momento pensó había sido en vano, se había movido hacia algún lado, no importa cuál, pero se había movido. De hecho, se había sacudido todo ese miedo y rabia con los que cargaba desde hacía ya años. El principio siempre era el mismo final y eso, de alguna manera, le molestó sobremanera pues siempre que intentaba evitarlo terminaba por caer más hondo, como un supositorio de cianuro. Bien, se amarró bien los zapatos, tomó su morral y cruzó la puerta para nunca más volver. Ya tenía una meta clara y tan solo faltaba derrotar esas 3 horas que aún tenía para transportar esos supositorios antes de que le rompieran el culo.
-          Listo Rodri?
-          Tan listo como un supositorio de cianuro metido entre el culo
El carro de Adolfo cruzó las calles sin detenerse en ningún semáforo. Era tan tarde que ya todos estaban sincronizados en la luz amarilla y no hubo necesidad de mirar hacia ningún lado antes de adentrarse en la ciudad que parecía devorarse al viejo Reanult 9 anaranjado. Al cabo de un rato, se detuvieron frente a la antigua fábrica de cerveza ahora infestada de indigentes y vagos que adornaban el set como una secuencia infernal de The Walking Dead.
-          Espéreme acá. Si no regreso en media hora…
-          Todo bien, yo lo espero – Interrumpió Adolfo apagando el motor
El suelo estaba húmedo aún por el torrencial aguacero de hacía unas horas. El olor a bazuco y Mustang rojo creaba una cortina de humo tras la que no se escondía más que miseria y sueños destruidos. Para evitar eso, precisamente, era que Rodrigo llevaba metidos en su culo más de 70 millones de pesos así que la molestia al caminar y el punzante dolor le importaban literalmente un culo.
Dos hampones que se esforzaron en vano en ponerse su mejor ropa para ese día se interpusieron en el camino de Rodrigo obligándolo a detenerse.
-          Y este pa’dónde cree que va? – Preguntó el más enano, que también era el más gañán.
Rodrigo no necesitó llenarse de valor pues ya le comenzaba a entrar el afán por entregar la mercancía y salir de ahí directo a San Andrés para seguir con su “plan de huída”. Así lo había bautizado desde el primer momento en que comenzó a concebirlo.
-          Voy pa’donde su gran puta madre. Quítense de ahí que vengo a ver a Freddy y voy tarde.
Cruzó por en medio de los hampones que no tuvieron otro remedio que dejarlo pasar pues antes de que cayeran en cuenta de lo que acababa de pasar, ya Rodrigo estaba sentándose frente a Freddy en una silla de cuero bien rota por todas partes.
-          Al fin llegó el culipronto! – Se burló Freddy, al tiempo que los pocos secuaces suyos que aún podían reírse lo hicieron. El resto, estaba obnubilado por una burbuja de polvo de ladrillo quemado que no los dejaba ni parpadear.
-          Cómo hacemos? Entrégueme la plata y le paso lo suyo – Dijo Rodrigo muy seguro.
-          Fresco, fresco mi chino, que acá no está tratando con los de su calaña – Eso estaba clarísimo para Rodrigo.
Freddy hizo una seña con la mirada y uno de sus andrajosos trajo un viejo y colorido morral Totto lleno de dinero en efectivo. Billetes de 20 mil y de 50 mil regados como papel higiénico en baño de colegio. ¿A qué horas iba a contar toda esa plata si lo que más quería era sacarse esos putos supositorios y largarse de ahí?
-          ¿Qué pasa chino? ¿No confía en nosotros? – Se burló Freddy, a lo que todos los que estaban en la habitación, incluso los que todavía no había visto Rodrigo, se carcajearon entre flemas y toses de todos los tonos.
-          Bueno, pues ya está. Mi amigo se lleva la plata y yo le entrego lo suyo – Interrumpió Rodrigo. Si el silencio le erizó los pelos de la nuca, la mirada fija de Freddy le volvió la piel transparente. Era una jugada válida en medio de tanta hampa y lo que menos quería Rodrigo era salir en una bolsa negra de ese espantoso lugar.
 Si esta fuera una historia de héroes y villanos, de buenos y malos, muy seguramente alcanzaríamos a pensar que Rodrigo y Adolfo saldrían victoriosos tras el charco ensangrentado sobre el que descansaría el cuerpo de Freddy. Si fuera una historia de estas, al día siguiente Rodrigo y Adolfo estarían fornicando con turistas alemanas libidinosas en las playas paradisíacas de alguna isla del Caribe sin importarles un carajo los tales supositorios ni el uso que le daría la mafia callejera de la inmunda Bogotá. Pero no. Esta no es una de esas historias y ya untado el dedo… Solo queda por decir que Rodrigo pudo salir con vida, con el ano vacío y con un morral lleno de papel periódico con algunos billetes falsos. Paradójico hubiera sido que fuera papel higiénico. No hubo viaje a San Andrés; sí lo hubo a Apulo; no hubo langosta en salsa de uva; sí hubo pincho de rata crucificada. Y del mismo modo, no hubo supositorios de cianuro, el “último gran invento”; sí hubo un gran cagadón de Advil Max Forte en el sórdido baño de Freddy que, en efecto y tras limpiar este gran desastre terminó por hacerse a la idea de que para suicidarse hay que ser todo menos un cagado.


lunes, 7 de octubre de 2013

Run like hell

Huyendo siempre del instante, distante y único, no pudo darse cuenta de lo ocurrido, pues en cuanto sospechó, ya la idea era un terco recuerdo que se negaba a perder su valor. 

domingo, 28 de julio de 2013

Rather Be

Fue un día largo pues tuvo que untarse de mucha gente. Tenerlos tan de cerca invadiendo su espacio vital como única opción, hizo que cada minuto de esa tarde pareciera eterno. No tuvo más remedio que salir a la calle pues la cama con medio lado vacío no le era suficiente. Agarró la primera chaqueta que encontró, esa que hacía meses no usaba y se puso las botas que compró para caminar kilómetros en solitario, acompañado siempre de una extensa selección musical que incluía un bajo predominante y una que otra voz femenina para refrescar tanta viscosidad. ¿Cómo enfrentar el caos de una ciudad atestada de chatarra y carne olorosa? Esa era la pregunta recurrente a la que debía enfrentarse desde el momento en que se llenaba de coraje para poder entrar a la ducha con la entereza de un hombre que había dado la vuelta al Sol más de treinta veces. Y era ahí desde donde siempre había podido tomar las mejores y más inteligentes decisiones de su vida, ya fuera sentado en su trono o refregándose los bucles de la entrepierna bajo la seductora agua hirviente que Boccherini le regalaba todas las mañanas. Ya vestido y acicalado, le era imposible no sentir que por más de que lo intentara quedaba siempre fuera de su elemento, pues no había más que mirar hacia adelante para saber que todo marchaba en dirección completamente opuesta a la que sus ojos estaban acostumbrados desde hacía ya bastante tiempo. Caminó un rato más siguiendo a la gente que sabía hacia donde iba, pero al poco tiempo se aburrió y dio media vuelta para retornar a las faldas de la montaña en la que siempre se refugió para escapar del horizonte infinito que se abría hacia ninguna parte. Solo ahí, recibiendo el Sol en su terraza y sosteniendo la chaqueta que no alcanzó a ponerse, encontró lo que nunca tuvo que buscar pero siempre pudo ratificar. 

jueves, 11 de julio de 2013

INSIGHT

Muchas mañanas se despertó formulándose la misma pregunta. Días enteros rondó por su cabeza la oración pero la respuesta no llegaba. Algo se veía al final, un destello, pero en conclusión, nada pudo responder. Emprendió varios viajes, anduvo por muchos caminos, tomó diferentes manos, unas sudorosas, otras carrasposas, solo unas pocas muy suaves. Tampoco halló la respuesta en el horizonte cuando el Sol se ocultaba para dar paso al cielo estrellado. Buscó bajo el agua, en la cima congelada de las montañas, en la mirada astuta de los niños, en las lágrimas de quienes no quisieron seguir a su lado, pero la respuesta no llegaba. Cansado, derrotado y sin esperanzas, se jugó la última carta; su última oportunidad. Eran ya las 5 y media de la tarde cuando llegó al balcón de su habitación. Estaba solo a pesar de tener a mucha gente a su alrededor. No soportaba la adulación ni tener que sonreír cuando las palabras se terminaban. Encendió un cigarrillo esperando elevar su espíritu hasta alturas cinematográficas, pues de alguna manera, fumar era lo más próximo que de la muerte podía estar. En los detalles reside la magia. Así, que sin más remedio, imaginó, voló y nunca más volvió.

martes, 25 de junio de 2013

Sí, señor Bukowski

“El amor es para la gente real”. Gente fea, de piel grasosa, espinillas en la espalda, motas en el ombligo, uñas que ya estuvieron encarnadas; gente de espalda encorvada y panza desbordada por encima del cinturón; gente con mal aliento en las mañanas, en las noches o todo el día; gente que se saca los mocos y los pega debajo de las sillas; gente que se rasca los oídos con las llaves de la casa; gente que prefiere colarse en la fila a tener que esperar 7 horas más en ella; gente que prefiere distraerse denigrando del otro que leyendo un buen artículo, o libro, o cómic, o calendario de farmacia con caricaturas de perritos enamorados; gente que se enfurece y golpea al que sea por lo que sea; gente que desayuna sopa con cabezas de pollo; gente que se lava las manos luego de saludar a alguien en la calle llamándolo “parcero”, “amigo” o “hermano”; gente que acepta mejor el feísmo como realidad. Sí, somos más y es verdad: hay que ser un total cara de verga para seguir amándonos en medio de tanto realismo.

martes, 18 de junio de 2013

Sin Invitación

Se escurrió por la habitación mientras ellos dormían. La luz que atravesaba las cortinas, apenas dejaba ver las siluetas de sus cuerpos desnudos. Se detuvo junto a ella para apreciar sus curvas; siempre lo habían enloquecido. Tras sus párpados entrecerrados se escondían sus oscuros ojos y, por un momento, quiso hacérselos abrir para poder disfrutar de ellos por última vez. Había entrado con facilidad; nunca necesitó de ayuda para hacerlo pues siempre fue bienvenido en esta casa. Él dormía junto a ella dándole la espalda y con un ligero gesto de molestia en su rostro. Se notaba que no había dormido bien y que no se había casi movido mientras lo hacía. Todo estaba dispuesto para que al amanecer ella ya se hubiera ido sin ninguna razón, o tal vez con muchas, dejando tras de sí una baraja entera de probabilidades, que más tarde que temprano, terminarían por enloquecer al preocupado dormilón. Eran ya las 3:17, justo a tiempo para concretar el plan. Estiró sus manos y acarició el suave cabello rojizo de ella, bajando por su mejilla hasta el cuello. Ella se estremeció y dejó escapar una sonrisa plácida. Apenas tuvo tiempo de abrir lentamente los ojos y de pasar del éxtasis al horror, cuando su cuello se partió liberando un último aliento que fue absorbido para siempre por quien ahora la dejaba escurrir entre sus manos. Cerró sus párpados y estuvo tranquilo pues ella finalmente también lo estaba. 

martes, 11 de junio de 2013

Stone's gone Up

No podía descubrir la entereza que ya mucho tiempo atrás había descubierto en su mirada cuando buscaba el primer reflejo al comienzo del día. Hoy por hoy, le era esquiva, indiferente y siempre andaba con algún pretexto inconexo que terminaba por ahuyentar a quien más próximo estuviera a él. Ya las ideas yonqui le resultaban repulsivas y poco coherentes, incluso cuando encendía el viciado cigarro en busca de ese suspiro de muerte plácida, lo único que veía era su rostro en cinco facetas multicolor, pero ninguna de ellas lograba serle del todo familiar.

Emprendió el viaje a aquella montaña de su infancia. Mientras se acercaba a ella, pudo reconocer algo de la inocencia ya perdida; oyó las voces de aquellos que hacía tiempo ya habían dejado de estar a su lado y supo que jamás volverían. Bajó de su carro y se abrió camino hacia la cima en la que ya comenzaban a dibujarse los rayos ocre del atardecer. Fijó su meta en la roca de la que, según la leyenda, salía una vez por año aquel venado dejando una estela de color que atravesaba el cielo para deleite de quienes se atrevían a mirar sin miedo hacia las alturas. El canto de los pájaros se fue convirtiendo en uno solo a medida que se acercaba a su meta. Un solo silbido, un aleteo frenético entre las copas de los árboles, el caer de algunas hojas secas a la alfombra de musgo y roca húmeda, fueron el preámbulo de un camino sin retorno cuya existencia era todo para él. La gran roca se mueve, transmuta y abre paso a un sendero rojizo por el que ya sus huellas frescas marcan el rumbo. Se detiene en el umbral, busca en sus recuerdos algo que lo haga volver, una señal de fuego, una palabra. De las hojas por el suelo va brotando una silueta familiar que camina hacia él con toda calma. Se acerca y lo toma de la mano para mostrarle el camino de regreso señalando la inmensa cúpula de luz que se alza en la llanura muy lejos de allí. Desciende de la montaña sin mirar atrás, acompañado solo por la ilusión del pronto regreso y de una nueva oportunidad para renacer junto a ella bajo la luz incandescente de una promesa entera por vivir.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Master Control


Y si alguna vez sintió pocas ganas de hablar con alguien y de evitar el más mínimo contacto con sus semejantes, fue hasta el día de hoy en que ratificó esta decisión con una solemnidad y una tranquilidad tal, que pudo oír el pulso de su corazón para saber que todo iba a estar bien. Le parecía obsceno que hubiera  tanta gente dedicada a demostrar, por encima de todo y de todos, que tenían la razón; le parecía completamente innecesario que unas personas anduvieran llenándose forzosamente de razones para enterrar a las otras en fosas comunes desbordantes. Pero lo más mortificante era tener que lidiar con tanto buitre disfrazado de sensible colibrí, pues nunca había tiempo para agachar la cabeza antes de que asestaran su picotazo y se llevaran su porción de carroña. Al final de cuentas, eran más los que disfrutaban vivir entre las sobras que los que intentaban estirar el cuello para ver por encima de la montaña de basura. Él era uno de esos, aunque en el silencio de las noches, justo en el punto entre el sueño profundo y la cordura consciente del día a día, se regocijaba en secreto por haber tomado alguna que otra vez parte de esa gran porción de desechos, únicamente para saborearla y sentirse parte de su propia especie. Aunque era extraño no pertenecer a ningún lugar, a ninguna casta, a ningún momento, nunca se sintió más cómodo que trabajando desde las sombras sin que nadie supiera de él. Era aún más gratificante saber que todo lo que se ejecutaba estaba siendo dirigido, en secreto y silencio, por él mismo desde el lugar en que mejor se reconocía. Desde allí, con toda la claridad y cordura, dirigía su orquesta de músicos empíricos sin que ellos siquiera reconocieran las notas que estaban ejecutando y desconocieran en su totalidad la obra de la que ya hacían parte.

sábado, 16 de marzo de 2013

BLUR


Todo había sido un puto dolor de cabeza desde el momento en que decidió cruzar esa calle angosta; de haber sabido lo que iba a pasar, simplemente hubiera encendido un cigarrillo para convertirse en un simple espectador untado de blanco y negro. El olor a lluvia y a tierra humedecida aún retumbaba como si se tratara de una esquirla metálica incrustada en lo más profundo de sus sesos.  No podía olvidar la mirada que ella le lanzó justo antes de que decidiera saltar al charco para amortiguar el salto y así seguir hacia adelante hasta el andén de enfrente. Una vez ahí, los brillos y los mismos colores que antes no pudo siquiera disfrutar, parecían extenderse como un lienzo virgen abierto de par en par, dispuesto a ser ultrajado de manera violenta y sin compasión. La lluvia cubría con un terso velo la silueta de aquellos que aún seguían a la espera de que algo extraordinario les sucediera mientras sus ropas se mojaban y pesaban cada vez más. Algunos, incluso, comenzaron a desparramarse por el suelo hasta convertirse en un montón de tela mojada que en mucho se asemejaba a los desechos corporales de algún ser fantástico de intestinos azulados y púrpuras. Entonces, cuando parecía que el cielo finalmente iba a caer sobre las cabezas de todos quienes alguna vez pensaron en algo semejante, ella decidió soltarse de la acera y saltar para quedar estática y húmeda frente a él. Su vestido negro pronto comenzó a retomar sus matices rojizos y él pudo percibir su cándido aroma de nuevo para guardárselo en lo profundo de su pecho, cerrarlo bajo llave y conservarlo para siempre. Miró hacia arriba, y según la tradición, sopló para dispersar la tormenta. Poco a poco el agua fue dejando de caer y al cabo de unos minutos solo el sonido de los charcos escurriendo por las alcantarillas fue lo único que se oyó. Una mirada, de nuevo sus gruesas pestañas y esa leve sonrisa, fueron las señales que quiso seguir para mantener el clima en su estado natural.   

lunes, 21 de enero de 2013

NOW


Después de tanto andar, de tantas miradas evitar, tantos murmullos escuchar y, en fin, tantas cosas evitar, el fin del camino parecía estar ya por fin muy cerca. Nunca tuvo la prisa como para planear alguna cosa en especial, ya muchos planes quebrados había tenido que olvidar como para tener que volver la mirada y recoger sus restos ya corroídos por el paso del tiempo. Si algo tuvo claro durante los últimos 13 años, fue que nunca estaría completamente feliz más que a su lado. Alguna vez soñó con su silueta enfurecidamente roja, incandescente, llena de pura energía vital y pasión. No tuvo que esperar ni una década más para descubrirla tras esas paredes blancuzcas bajo las miradas de quienes querían devorársela como hienas hambrientas que esperaban curtir sus dientes con su bella piel ensangrentada. El paso del tiempo nunca se sintió transcurrir tan rápido, como tantos buenos momentos oscurecidos por el eterno presente, y si alguna vez tuvo dudas, este momento le había arrebatado mucho de lo que ingenuamente creyó haber sido hasta ahora. Nada importó, no hubo un segundo en el que dudara de algo, bastó con sentirla palpitante a su lado y todo recobró su caótico orden natural. Ahora estaba seguro, muy a su pesar, de que no había ganado tiempo intentando planear el orden en el que se debían suceder todos esos sueños llenos de sentimientos; por el contrario, nunca se había sentido más inseguro con el paso del tiempo y ahora que ya no pertenecía más a él, no pudo volverle a temer. 

martes, 15 de enero de 2013

WAITING...


Ya llevaba más de 14 horas ahí sentado con el culo adormecido, esperando que algo pasara, una señal, alguna cosa que lo sacara de ese estado de introspección en el que había caído de nuevo a causa de una frase malintencionada. Algún día, no muy lejos del ahora, prometió no dejarse joder por esas palabras curtidas de veneno. Se hizo fuerte en sus ideales y reforzó la idea de no volver a repetir lo vivido en el pasado, todo esto con el único fin de ponerle la gota agridulce a la ya amarga existencia de la que se aferraba como un autómata. El tiempo pasado no había sido en vano, y sin embargo, tampoco había pasado gran cosa con él. A menudo fijaba su atención en las vidas ya vividas por otros y se asombraba de que tuvieran tanta convicción en sus quehaceres cotidianos que poco cuidaban y guardaban del escrutinio del otro. Tal vez de eso se trataba todo el asunto, de entrar en un estado en el que debía publicar todo lo que llevaba dentro sin tomarse la molestia de guardarse nada para poder ser al menos un pedazo de él, todo con el ánimo de estar en sintonía y armonía con el resto de seres que pasaban por todos sus frentes a gran velocidad y que ni siquiera se tomaban la molestia de verlo a los ojos. Echó un ojo a lado y lado para asegurase de que nadie lo observaba solo para ratificar su reciente teoría. Así, y sin más, supo que estaba donde debía estar y que de allí no se movería a menos de que ella regresara con su boca llena de nuevas y dulces palabras para volver a recomenzar.