Después de tanto andar, de tantas
miradas evitar, tantos murmullos escuchar y, en fin, tantas cosas evitar, el
fin del camino parecía estar ya por fin muy cerca. Nunca tuvo la prisa como
para planear alguna cosa en especial, ya muchos planes quebrados había tenido
que olvidar como para tener que volver la mirada y recoger sus restos ya
corroídos por el paso del tiempo. Si algo tuvo claro durante los últimos 13
años, fue que nunca estaría completamente feliz más que a su lado. Alguna vez
soñó con su silueta enfurecidamente roja, incandescente, llena de pura energía
vital y pasión. No tuvo que esperar ni una década más para descubrirla tras
esas paredes blancuzcas bajo las miradas de quienes querían devorársela como
hienas hambrientas que esperaban curtir sus dientes con su bella piel
ensangrentada. El paso del tiempo nunca se sintió transcurrir tan rápido, como
tantos buenos momentos oscurecidos por el eterno presente, y si alguna vez tuvo
dudas, este momento le había arrebatado mucho de lo que ingenuamente creyó haber
sido hasta ahora. Nada importó, no hubo un segundo en el que dudara de algo,
bastó con sentirla palpitante a su lado y todo recobró su caótico orden
natural. Ahora estaba seguro, muy a su pesar, de que no había ganado tiempo
intentando planear el orden en el que se debían suceder todos esos sueños
llenos de sentimientos; por el contrario, nunca se había sentido más inseguro
con el paso del tiempo y ahora que ya no pertenecía más a él, no pudo volverle
a temer.
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