Ya llevaba más de 14 horas ahí
sentado con el culo adormecido, esperando que algo pasara, una señal, alguna
cosa que lo sacara de ese estado de introspección en el que había caído de
nuevo a causa de una frase malintencionada. Algún día, no muy lejos del ahora,
prometió no dejarse joder por esas palabras curtidas de veneno. Se hizo fuerte
en sus ideales y reforzó la idea de no volver a repetir lo vivido en el pasado,
todo esto con el único fin de ponerle la gota agridulce a la ya amarga
existencia de la que se aferraba como un autómata. El tiempo pasado no había
sido en vano, y sin embargo, tampoco había pasado gran cosa con él. A menudo
fijaba su atención en las vidas ya vividas por otros y se asombraba de que
tuvieran tanta convicción en sus quehaceres cotidianos que poco cuidaban y
guardaban del escrutinio del otro. Tal vez de eso se trataba todo el asunto, de
entrar en un estado en el que debía publicar todo lo que llevaba dentro sin
tomarse la molestia de guardarse nada para poder ser al menos un pedazo de él,
todo con el ánimo de estar en sintonía y armonía con el resto de seres que pasaban
por todos sus frentes a gran velocidad y que ni siquiera se tomaban la molestia
de verlo a los ojos. Echó un ojo a lado y lado para asegurase de que nadie lo
observaba solo para ratificar su reciente teoría. Así, y sin más, supo que
estaba donde debía estar y que de allí no se movería a menos de que ella
regresara con su boca llena de nuevas y dulces palabras para volver a
recomenzar.
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