Se escurrió por la habitación
mientras ellos dormían. La luz que atravesaba las cortinas, apenas dejaba ver
las siluetas de sus cuerpos desnudos. Se detuvo junto a ella para apreciar sus
curvas; siempre lo habían enloquecido. Tras sus párpados entrecerrados se
escondían sus oscuros ojos y, por un momento, quiso hacérselos abrir para poder
disfrutar de ellos por última vez. Había entrado con facilidad; nunca necesitó
de ayuda para hacerlo pues siempre fue bienvenido en esta casa. Él dormía junto
a ella dándole la espalda y con un ligero gesto de molestia en su rostro. Se
notaba que no había dormido bien y que no se había casi movido mientras lo
hacía. Todo estaba dispuesto para que al amanecer ella ya se hubiera ido sin
ninguna razón, o tal vez con muchas, dejando tras de sí una baraja entera de
probabilidades, que más tarde que temprano, terminarían por enloquecer al
preocupado dormilón. Eran ya las 3:17, justo a tiempo para concretar el plan.
Estiró sus manos y acarició el suave cabello rojizo de ella, bajando por su
mejilla hasta el cuello. Ella se estremeció y dejó escapar una sonrisa plácida.
Apenas tuvo tiempo de abrir lentamente los ojos y de pasar del éxtasis al
horror, cuando su cuello se partió liberando un último aliento que fue
absorbido para siempre por quien ahora la dejaba escurrir entre sus manos.
Cerró sus párpados y estuvo tranquilo pues ella finalmente también lo estaba.
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