martes, 18 de junio de 2013

Sin Invitación

Se escurrió por la habitación mientras ellos dormían. La luz que atravesaba las cortinas, apenas dejaba ver las siluetas de sus cuerpos desnudos. Se detuvo junto a ella para apreciar sus curvas; siempre lo habían enloquecido. Tras sus párpados entrecerrados se escondían sus oscuros ojos y, por un momento, quiso hacérselos abrir para poder disfrutar de ellos por última vez. Había entrado con facilidad; nunca necesitó de ayuda para hacerlo pues siempre fue bienvenido en esta casa. Él dormía junto a ella dándole la espalda y con un ligero gesto de molestia en su rostro. Se notaba que no había dormido bien y que no se había casi movido mientras lo hacía. Todo estaba dispuesto para que al amanecer ella ya se hubiera ido sin ninguna razón, o tal vez con muchas, dejando tras de sí una baraja entera de probabilidades, que más tarde que temprano, terminarían por enloquecer al preocupado dormilón. Eran ya las 3:17, justo a tiempo para concretar el plan. Estiró sus manos y acarició el suave cabello rojizo de ella, bajando por su mejilla hasta el cuello. Ella se estremeció y dejó escapar una sonrisa plácida. Apenas tuvo tiempo de abrir lentamente los ojos y de pasar del éxtasis al horror, cuando su cuello se partió liberando un último aliento que fue absorbido para siempre por quien ahora la dejaba escurrir entre sus manos. Cerró sus párpados y estuvo tranquilo pues ella finalmente también lo estaba. 

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