No podía descubrir la entereza
que ya mucho tiempo atrás había descubierto en su mirada cuando buscaba el
primer reflejo al comienzo del día. Hoy por hoy, le era esquiva, indiferente y
siempre andaba con algún pretexto inconexo que terminaba por ahuyentar a quien
más próximo estuviera a él. Ya las ideas yonqui le resultaban repulsivas y poco
coherentes, incluso cuando encendía el viciado cigarro en busca de ese suspiro
de muerte plácida, lo único que veía era su rostro en cinco facetas multicolor,
pero ninguna de ellas lograba serle del todo familiar.
Emprendió el viaje a aquella
montaña de su infancia. Mientras se acercaba a ella, pudo reconocer algo de la
inocencia ya perdida; oyó las voces de aquellos que hacía tiempo ya habían
dejado de estar a su lado y supo que jamás volverían. Bajó de su carro y se
abrió camino hacia la cima en la que ya comenzaban a dibujarse los rayos ocre del
atardecer. Fijó su meta en la roca de la que, según la leyenda, salía una vez por
año aquel venado dejando una estela de color que atravesaba el cielo para
deleite de quienes se atrevían a mirar sin miedo hacia las alturas. El canto de
los pájaros se fue convirtiendo en uno solo a medida que se acercaba a su meta.
Un solo silbido, un aleteo frenético entre las copas de los árboles, el caer de
algunas hojas secas a la alfombra de musgo y roca húmeda, fueron el preámbulo
de un camino sin retorno cuya existencia era todo para él. La gran roca se mueve,
transmuta y abre paso a un sendero rojizo por el que ya sus huellas frescas
marcan el rumbo. Se detiene en el umbral, busca en sus recuerdos algo que lo
haga volver, una señal de fuego, una palabra. De las hojas por el suelo va brotando
una silueta familiar que camina hacia él con toda calma. Se acerca y lo toma de
la mano para mostrarle el camino de regreso señalando la inmensa cúpula de luz
que se alza en la llanura muy lejos de allí. Desciende de la montaña sin mirar
atrás, acompañado solo por la ilusión del pronto regreso y de una nueva
oportunidad para renacer junto a ella bajo la luz incandescente de una promesa entera
por vivir.
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