Siempre al acecho, levanta la
persiana, da una ojeada del otro lado, nada. Toma un cigarro, pone el “Push the
sky away” de Nick Cave, enciende el
cigarro, levanta la persiana, da una ojeada del otro lado, nada. Reconfirma la
hora en su reloj de pulso, lo sincroniza con su reloj de pared, tan solo 7
segundos de adelanto y todo vuelve a la normalidad. Tararea el coro de “Wide
lovely eyes”, exhala una bocanada de humo y antes de sentarse en el sillón,
levanta la persiana, da una última ojeada del otro lado….. nada. No ha pasado
ni una hora desde que ella se marchó sin decir tan solo “adiós”, “ya regreso”, “me
largo”. Con un cigarro bastará, uno nada más y entonces ya no tendrá que
esperar más.
Los pasos presurosos por la vieja
escalera de madera lo despiertan. Mierda! Se ha quemado su bata con la ceniza
del cigarro extinto. Se abalanza sobre la puerta y antes de que esta se abra
desde afuera la asegura con la cadena y da dos vueltas a la llave. Esta vez no
entrará, no esta vez, mucho menos ahora que definitivamente es la última vez.
Ya ha sentido este ímpetu antes, muchas veces, esta vez espera que no
desaparezca con la primera duda, con la primera idea. Debe poner su mente en
blanco, arranca la nota pegada sobre la pantalla de su computador: “No Pienses” y la pega sobre la puerta
hermetizada. Desde afuera vienen golpes, arañazos, insultos y mucha saliva.
Nick Cave ha estado cantando por
horas ininterrumpidamente y quién sabe cuántas veces ha cantado ya esta
canción. Es “Jubilee street”. La ventana entreabierta deja que esa única voz salga
del departamento para escabullirse entre las calles mojadas y vuelva a subir
por las escaleras para empujar la puerta con más fuerza. ¿Qué hacer? ¿Qué carajos
hacer? Debe pensar, es lo único que lo puede salvar de su trágico destino.
Desprende la nota de la puerta y la tira lejos, gira la llave dos veces en
sentido contrario y retira la cadena. Dos, tres, cuatro y cinco disparos cruzan
el marco de la puerta y por entre ellos el final de la canción que se escurre
hasta desaparecer. “Mermaids” comienza con una frase, la primera y última de
todas, una idea, un epitafio, un sueño: “She
was a catch, we were a match, i was the match, that would fire up her snatch…”
... silencio…
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