Muchas mañanas se despertó
formulándose la misma pregunta. Días enteros rondó por su cabeza la oración
pero la respuesta no llegaba. Algo se veía al final, un destello, pero en conclusión,
nada pudo responder. Emprendió varios viajes, anduvo por muchos caminos, tomó diferentes
manos, unas sudorosas, otras carrasposas, solo unas pocas muy suaves. Tampoco
halló la respuesta en el horizonte cuando el Sol se ocultaba para dar paso al
cielo estrellado. Buscó bajo el agua, en la cima congelada de las montañas, en
la mirada astuta de los niños, en las lágrimas de quienes no quisieron seguir a
su lado, pero la respuesta no llegaba. Cansado, derrotado y sin esperanzas, se
jugó la última carta; su última oportunidad. Eran ya las 5 y media de la tarde
cuando llegó al balcón de su habitación. Estaba solo a pesar de tener a mucha
gente a su alrededor. No soportaba la adulación ni tener que sonreír cuando las
palabras se terminaban. Encendió un cigarrillo esperando elevar su espíritu
hasta alturas cinematográficas, pues de alguna manera, fumar era lo más próximo
que de la muerte podía estar. En los detalles reside la magia. Así, que sin más
remedio, imaginó, voló y nunca más volvió.
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