Cómo no lo iban a odiar, si su mirada mostraba lo que nadie quería saber. Oscar había sido su amigo por largo tiempo y todavía no lograba entenderlo. A veces lo odiaba tanto que simplemente optaba por no hablarle. Alguna vez duró tanto sin dirigirle la palabra que alcanzó a sentirse feliz estando lejos; pero entonces todo retumbó y las cosas volvieron a reagruparse como antes. Se pensó en algún momento que todo había sido una “coincidencia”; la gente estaba más tranquila a su alrededor y lo miraban sin sospechar nada. Pero luego de varias “coincidencias”, todo empezó a cambiar en él. Su mirada se alejó y se volvió irreconocible hasta el punto de alterar su fisonomía. Sus dedos se alargaron, sus pómulos salieron, su cabeza se hinchó un poco y sus venas se brotaron. Oscar fue el primero en notar el cambio; la gente se demoró un poco más. Nada volvió a ser igual y poco a poco la esperanza en él comenzó a desaparecer. Se volvió incongruente y decía palabras extrañas que nadie entendía. Nunca se le vio llorar pero se sabía que en las mañanas y en las noches gritaba desesperado; sus ojeras lo evidenciaban. De qué se trataba todo este inusual acto? Siempre que lo tuvo enfrente se lo preguntó, pero solo recibía como respuesta angustia que lo llevaba, irremediablemente, a alejarse aún más. Incluso llegó a pensar que ese ser, su amigo, había nacido así y simplemente no conocía lo que para todos era evidente. Era un hombre perdido en donde quiera que estuviera, como si su cuerpo se lastimara con las filudas esquinas y no tuviera más remedio que desaparecer.
Antes de dejar de verlo para siempre, Oscar recibió una extraña llamada que le dijo una hora específica de la noche: 11:47 p.m; luego, desapareció. Todavía tenía tiempo pues eran apenas las 8:36 de la noche. No sabía si salir e impedir que algo sucediera antes de tiempo, o simplemente esperar que todo se desarrollara según el plan. Se fumó un cigarrillo mientras escribió algunas líneas de algo. Una canción sonaba al fondo; la conocía. Devolvió el cassette y oyó la letra. Tiempo atrás la había oído con él en alguno de esos bares a los que iba a ver cosas y no musitar palabra. En algún momento de la noche, justo cuando el alcohol empezaba a reclamarle por su silencio, su amigo siempre desaparecía. Oscar sintió desespero, pero tomó la decisión correcta.
A las 11:44 estaba en el primer piso del edificio donde vivía su amigo. Subió los 5 pisos a pie para darle más tiempo. Justo a las 11:47 de la noche, atravesó la puerta entreabierta del apartamento. Inmediatamente lo vio: su cuerpo colgaba de una lámpara apagada; solo sus ojos blancuzcos y entreabiertos brillaban en la oscuridad. Oscar suspiró aliviado y fue a sacar una cerveza de la nevera. Junto a la lata había un papel doblado en 3 con algo escrito. Destapó la cerveza, bebió el primer sorbo y sonrió con tranquilidad. Desdobló entonces el papel notando que sus dedos se habían alargado un poco. Con miedo, comenzó a leer:
“De repente, tuve una razón para vivir pero tuve miedo de sentirme comprometido con esa profunda tristeza”
Oscar cambió mucho desde ese día. Empezó a huir.
*Playground Twist – Siouxsie and the Banshees
Julio 22/2008 8:54 p.m.
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