La misma ventana, el mismo
olor a tabaco, el mismo ruido en el parque allá abajo, los mismo ebrios
llenándose de razones para intoxicarse y olvidarse un rato de dónde venían y
borrar de su cabeza toda idea de hacia dónde debían ir. A veces se apiadaba de
ellos, a veces recordaba cuando él también lo había hecho pero últimamente nada
le ayudaba a huir más que esa profunda idea que se había incrustado en su
cabeza desde hacía unos pocos meses. El sentido que había moldeado a su
conveniencia ya no parecía satisfacerlo, solo había una profunda zanja
rodeándolo una vez más tal como la había presentido varios años antes. Sintió
que estaba en el punto de partida desde el que había comenzado a creer para
llenarse de valor y decidirse a vivir una vida que solo podía disfrutarse a
través de un espejo que él mismo había ensamblado con pedazos rotos de vidrio
que había ido recogiendo desde muy joven. Los años pasaron y siempre pudo atravesarlos
no sin salir con algunas heridas, unas más profundas que las otras pero al fin
de cuentas marcas que deformaron su carácter y esencia innata. La música nunca
sonó igual y siempre trajo con ella un olor a placer que lo llenaba de razones
para seguir en pie sin resbalarse. Nick Cave sonaba esa noche allí, su reflejo
en la misma ventana, con el mismo olor a tabaco y el mismo ruido en el parque
allá abajo que comenzaba a disiparse con el despejar del cielo nocturno sobre
esa urbe hecha de ladrillo y pegamento fósil. Vida pegada con muerte, ideas
sostenidas con sueños que tal vez jamás se cumplirían. Jubelee Street comenzaba
a cobrar sentido ahora en ese lugar recurrente y se hacía cada vez más
desconocido a pesar de habitarlo desde hacía meses. Las ideas tomaban ya formas
desconocidas y la zanja se iba inundando a medida que el álbum se desenvolvía
por sí mismo. Creer en el amor, en los días luminosos, en el calor de un lugar
seguro lo había llevado hasta donde estaba una vez más pero ahora estaba solo a
pesar de siempre estar cerca de aquellos que no podían ignorar su presencia. La
soledad lo había seducido y ahora lo apretaba del cuello haciéndolo escupir
humo de tabaco quemado contra la ventana, la misma en la que podía ver el
reflejo de aquello que había construido para sí mismo y de lo que jamás podría
escapar enmarcándolo y definiéndolo en un único plano.
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