martes, 29 de octubre de 2019

ANANKÉ


El libre albedrío lo había traído hasta donde estaba y esa aparente libertad era ahora una  completa fatalidad con todo el peso que implica tener que arrastrarla a todas partes. El plan había fallado, estaba cansado de oír eso de “debes luchar por lo que amas”. No. Ya no más de esa mierda. No había hecho más que hacerle caso a los jipis y por eso hoy no tenía nada más que un gato gordo para alimentar y una matera con tres plantas carnívoras raquíticas. Debía cambiar radicalmente de profesión y el abanico de posibilidades a sus 40 años ya no era tan amplio. Se había ablandado mucho como para poder ser asesino serial; el apodo de “El Deshuesador de Teusaquillo” ya no lo convencía, mucho menos después de haber llorado tanto la última vez que se repitió Wall-E. Hubo una época -menos blanda- en la que se sintió capaz de hacer todo lo que imaginaba, casi como un Dios entre los puercos mortales. Ahora, su poder estaba diezmado, su encanto se había perdido y comenzaba a oler a eso que olía su bisabuela: a muerto embalsamado en Vick Vaporub. Vale la pena recordar que Julia, su bisabuela, murió de 94 años y cargó con este penetrante olor por más de la mitad de su vida. No era eso lo que quería, no mientras aún pudiera vestir su camiseta ñoña de Star Wars y su pin dorado de Misfits. No era esto para lo que se había estado preparando desde su primera y mediana juventud oyendo la discografía entera de Joy Division en blanco y negro, o el poético Unplugged de Nirvana, o el vehemente Pretty Hate Machine de NIN, o el elegante Murder Ballads de Nick Cave. En este punto ya no podía poner en práctica nada de lo aprendido en El Lobo Estepario, ni en La Peste, ni en La Náusea, muchísimo menos en el Humano Demasiado Humano; todo lo sobrepasaba, nada más servía pues todo era un perpetuo raye. Se había cultivado para nadie más que para sí mismo y nunca había estado dentro de los planes llegar hasta acá, llegar hasta hoy. Había sido castigado por su orgullo con la más cruda sentencia de una tragedia y la cura para que la enfermedad desapareciera era silenciar de una vez por todas a esa puta voz en off con esta lánguida entrevista en in.

No hay comentarios.: