sábado, 5 de junio de 2010
Solo un Instante
Tras los muros de cal buscando la sombra de algunos balcones está escondiéndose del fuerte calor ella. Gotas de sudor se escurren por su cuello largo y blanco hasta llegar a sus pechos, cubriéndola de una fina escarcha desde la cara hasta los hombros. Sedienta, su respiración agitada solo es percibida por el hombre de la capucha que la mira fijamente desde el otro lado de la plaza. Siente cómo la huele desde la distancia y no puede evitar estremecerse ante la imponencia de este desconocido. Cómo es que siendo la primera vez que lo ve pueda sentirse tan poderosamente poseída de este intenso mal que la aleja de esa niña inocente que hasta hace poco fue? Insoportables resultan los segundos que corren entre ellos como una cuenta regresiva que terminará con una explosión de sentidos desconocidos y altamente adictivos. El hombre da tres pasos que luego se convierten en 10 que irremediablemente pasarán a ser muchos más hasta que la tiene tan cerca que puede casi rozar sus labios. Ella, casi paralizada por la impresión solo alcanza a retirarse el pelo de la cara para que ya no exista ninguna barrera entre los dos. Se miran fijamente como si de un duelo a muerte se tratara. El calor se intensifica a medida que el Sol asciende sobre sus cabezas y muy pronto ambos seres sienten el aliento del otro sobre su rostro. Con la respiración entrecortada ella comienza a sentir cómo una mano acaricia sus muslos con suavidad y detenimiento. La mano sube pasando por su pelvis hasta llegar a su vientre. El Sol ya no calienta, la sed desaparece y las nubes en el cielo se detienen. Con un rápido movimiento que hace silvar el viento cortándolo en dos, el afilado cuchillo se desliza atravezando capas de grasa y tejido que pronto se tiñen de un color único. Al tiempo que ella deja escapar un gemido liberador, se cuelga de su cuello implorándole no la deje desfallecer. El cuchillo gira en su interior una y dos veces perpetuando así este único momento de lucidez y dicha enteramente suyo. El Sol se apaga y las nubes se desvanecen inmortalizando ese rostro desconocido que ayudó a descubrir este único instante poco distante.
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