Aferrado a este arbusto
evadiendo la caída libre que ni con un paracaídas podría amortiguar. Escapando
del dolor por la sangre derramada y los huesos fracturados contra la roca
áspera y filosa. Suspendido plácidamente se preguntaba una y otra vez qué
verían sus ojos si se reventaran contra el suelo de una sola vez ¿Habría algo
más que alivio del otro lado? No podría saberlo si no aflojaba sus dedos y
dejaba escurrir su cuerpo por la pendiente. Tal vez el viento fuera tan fuerte
como para ayudarlo a planear y descender progresivamente sin hacerse mayor
daño. No. No en este planeta regido por claras y contundentes leyes
gravitacionales de las que no podía escapar. Solo del tiempo podía hacerlo,
escabulléndose como mercurio entre rejillas de acero para traspasarlas y
volverse a unir del otro lado como un nuevo ser. Pero el deseo puro y concreto
que rebosaba en su interior no era el de salir intacto de esta situación, por
el contrario, solo quería romperse en mil pedazos para que el viento arrastrara
sus restos tan alto en el cielo que ni la lluvia misma los pudiera hacer
descender de nuevo. Pero para poderse perder en el firmamento antes debía
encontrarse y para esto, no tenía otra alternativa que seguir aferrado a este
arbusto hasta que alguno de los dos se rindiera ante tanta persistencia.
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