Atrapado en la mitad de lo que alguien llamó la entrada hacia algún lugar, ahí estaba amordazado con esa vieja grabadora chorreando esa inmunda música atemporal que tanto detestó y habría de detestar siempre y cuando al espacio tiempo no le diera por doblarse de nuevo para escupirlo en otro lugar del cual denigrar por generaciones enteras. Estaba ya cansado y aburrido de quejarse de las mismas cosas que nunca habrían de cambiar. Pensó en las hormigas, en lo organizadas que eran trabajando en comunidad y sobretodo en lo respetuosas que eran con su orden jerárquico. Esa era la maldita diferencia entre ellas y nosotros: ellas pensaban desde ahora hacia el futuro y nosotros desde el futuro y atrapados en él. Una ilusión, es todo lo que era. Siempre estuvimos encerrados en una ilusión colorida y esperanzadora cuando lo único que siempre hubo fue piedras y recuerdos en el rojo y árido desierto de un recuerdo perenne.
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